martes, noviembre 14, 2006

Creer o no creer


Este ha sido un texto difícil, lo he escrito y borrado por lo menos 4 veces y llevo varios días redactándolo en mi mente...y así y todo no resulta esta cosa.

La semana pasada por motivos de trabajo tuve que visitar algunas escuelas y liceos de Valparaíso (por el famoso SIMCE), me tocó ver realidades super diferentes, de más está comentar temas como infraestrucura, cantidad de alumnos por sala, material educativo...respecto a eso nada nuevo bajo el sol; pero hay algo que me dejó pensando y que creo que amerita una reflexión, a ver si me la puedo.

Estaba conversando con la directora de una escuela básica del centro de Valpo, una escuela muy pobre, según declaraba la misma directora, tenía uno de los índices de vulnerabilidad escolar más altos de la ciudad, se enfrentaban todos los días a problemas conductuales severos, a niños víctimas de violencia intrafamiliar...parecía tango el relato. Hasta ahí no había mayor sorpresa, pero de repente sale con la siguiente frase para el bronce: " y bueno, ¿que vamos a pedirles a estos cabros? ¿que podemos esperar de ellos? los tenemos acá por que no nos queda otra, no podemos echarlos, no aprenden nada, yo me conformo por que por lo menos aquí tienen almuerzo.

¿Hasta qué punto nos transformamos en lo que otros sueñan para nosotros? Yo no soy nadie para venir a discutir con una mujer que tiene más de 30 años de docencia en el cuerpo...pero sentí que detrás de esa frustración se escondía algo tan dañino y peligroso como un revolver. Al día siguiente miraba a esos niños y sentí que la falta de esperanzas se las daban en la ración del almuerzo, que la respiraban en el aire del patio; pensé en el proyecto de las orquestas juveniles ( www.orquestajuvenil.cl ) pensé en mi propia infancia en una población del barrio puerto, en la pobreza en la cual nací y que no me impidió ser profesional ( le agradezco a la vida haber tenido profesores más motivados que esta sra), invoqué a la resiliencia de la habla Boris Cyrulnik y deseé desde lo más profundo que esos niños tuvieran la capacidad de mantener sus sueños vivos a pesar de la pobreza y la falta de esperanzas que los rodean.

A lo mejor estoy siendo cándida e idealista, es probable, pero prefiero eso a resignarme a creer que nuestro destino está marcado desde la cuna, me resisto a creer que hay que ser superdotado para salir de ese entorno...la fé en nuestra capacidades puede marcar la diferencia.

Si la falta de oportunidades es una carcel ¿cuántos barrotes ponemos cada vez que rompemos un sueño?

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