lunes, agosto 14, 2006

Baladí...


Hermosa palabra, la aprendí cuando tenía unos 8 años, se la escuché a R (mi imagen paterna...de a poco se darán cuenta que mi vida está compuesta por una buena colección de seres que tuvieron roles que Natura no les dió pero que los supieron cumplir con una ternura y generosidad invaluables, pero eso es otra historia y demasiado larga). Recapitulemos, cuando R calificó algo de "Baladí" recuerdo haber quedado prendada del sonido de la palabra, intuí que debía ser algo bello, una palabra así sólo podía tener un significado trascendente, supuse que las grandes cosas de la vida deberían lucir la palabra "baladí" como una joya que realzaba sus otras virtudes semánticas.

Me recuerdo escaleras arriba, buscando un diccionario y luego de dar vuelta páginas y páginas apareció ante mis ojos BALADí...pero ¡oh! sorpresa mía cuando descubrí que casi como una broma, desde el mundo de las palabras me mandaban a decir que baladí era todo lo contrario a lo que yo suponía, no recuerdo exactamente la definición de aquel diccionario, pero ahí estaba yo, enterándome muy a mi pesar que aquella música para mis oídos no era otra cosa que: Insignificante, de poco valor.
Ante tamaña decepción, no me quedó otra que reintegrarme a la conversación y seguir escuchando las historias de R.

Años después, la dichosa palabra apareció en algún cuento de Borges, si la memoria no me falla, creo haberla escuchado en algún tango...en fín, creo que con el tiempo la palabra ha vuelto a tomar un significado agradable, aveces, cuando uno se siente que va por la vida como aquellos artistas chinos que hacen malabarismos con largas varas en las que hacen girar decenas de platos, cuando todos esperan que tu no falles, cuando los platos tienen nombres y apellidos, cuando son proyectos de vida y sobre todo cuando te duelen los brazos y las piernas mientras los sostienes, dan ganas de recordar que en el mundo existen cosas baladí, en las que uno puede reposar la vista, el pensamiento, es bueno recordar que hay algunos platos que no tienen valor y que vale la pena lanzarlos contra el suelo, no sólo para alivianar la carga, también para dejarse encantar por el sonido de lo baladí.
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